La "Flaca" y "Gogui" eran las chicas más lindas del colegio y hasta me animaría a decir que de todo Cinco Saltos. Altas, rubias, flacas. Y además, divertidas. Yo en cambio apenas llegaba al metro y medio y era de las más estudiosas y responsables: abanderada en primaria y primera escolta al terminar la secundaria. Mi hermano mayor era amigo de los chicos que me gustaban. Uno de ellos un día me confesó por qué no me miraban: "Con la hermana de Adrián, no".
Estaba escrito que la Flaca y Gogui tendrían los novios más lindos y mucho antes que yo. Una tarde de primavera, una de las dos recibió una carta escrita en papel de cuaderno universitario, en letra imprenta y con tinta azul. Eran tiempos en que para el día del amigo o los cumpleaños regalábamos tarjetas que comprábamos en el kiosco de Krakaviak o en la librería de Ricardito 1°.
Aquella hoja que una de mis mejores amigas recibió tenía escrito un poema en prosa. A todas nos enamoró el texto y la letra tan prolija con que había sido escrito. Me lo aprendí de memoria. Treinta y cuatro años después puedo decirlo sin tener que buscarlo en Internet: "Un minuto, un año, un siglo. No importa lo que dure. Pero mientras dure decime que es para siempre que juntos vamos a alcanzar las raíces de este amor que crece para adentro y desde adentro nos impulsa al cristal de la risa, al silencio que late con corazón de pájaro…". Al pie del texto el novio de mi amiga había puesto su firma. Je.
Supe enseguida que la autora era Poldy Bird y prometí silencio frente al chico con ilusión.
Eran tiempos en los que mis amigas me decían que tenía que ser locutora y empezaron a pedirme que recitara el poema. Hoy volvieron a pedírmelo en el grupo de Whatsapp de la Promoción 1987 (en este mismo instante insisten). Alguna dice que se emocionan al recordar aquellos días. También yo.
Poldy Bird me hizo sentir importante. Me dio la letra que necesitaba para sentirme importante y recitarla sentada en un banco de la Plaza San Martín.
Eran tiempos en que Poldy Bird o Richard Clayderman (cuyas baladas tocaba a escondidas en el piano) eran sinónimos de amor justo cuando las hormonas empezaban a inquietarnos. En cambio, los libros de Corín Tellado que le robaba a mi abuela eran la pasión y las El Tony de mi primo Horacio despertaban mi costado masculino.
Pero volviendo a Poldy Bird… descubierta la trampa, los novios de mis amigas me pidieron que escribiera por ellos. Le pasa algo parecido a Florentino Ariza, que escribía por otro las cartas para Fermina Daza aunque en su caso era más perverso porque la destinataria era la dama que lo enamoraba. Entonces no había amor en tiempos del cólera, ni García Márquez para mí ni sabía expresarme sofisticadamente sobre los amores contrariados.
Al día siguiente de cumplir 18 años llegué a Retiro con una valija, una caja grande llena de conservas y dulces de mi madre y la libreta donde mis amigas y amigos habían escrito mensajes deseándome suerte.
En esa libreta escribí mis primeros poemas y con esa libreta fui a la Feria del Libro empujada por Dora Vogel, nuestra profesora de literatura. La busqué, la encontré y la ví. Tengo ahora frente a mí la libreta con su firma. Dice "Poldy Bird 1988". Debajo, dibujó un corazón. También están los autógrafos de María Elena Walsh y de Pipo Pescador. Como alguien recordó hoy en Twitter, clásicas figuras en el predio ferial de aquellas épocas.
El mismo viaje que hago ahora a mi adolescencia hacen mujeres y varones que empezaron a leer con Poldy Bird aunque ahora hasta podemos compartir el rimmel.
Poldy Bird hizo saber a miles y miles de mujeres que podían enamorarse y ser amadas y que se puede sufrir. A mí me hizo sentir importante mientras la recitaba en la Plaza San Martín.
La edición autogestionada de Cuentos para Verónica (su hija) de 20.000 ejemplares se vendió rápidamente y la hizo famosa antes de que naciéramos mis amigas y yo. Y Cuentos para leer sin rimmel vendió millones de ejemplares desde 1971 entre varias generaciones sucesivas. Todos sus libros vendieron apenas menos que el Martín Fierro en la historia de la literatura argentina.
El secreto de su éxito son las palabras simples, los sentimientos comunes, las mujeres que la pasan mal, los chicos sin regalos para Navidad. Amor y dolor, en dosis conmovedoras que tal vez deba a su propia orfandad, primero como hija, después como esposa y desde el 2008 como mamá.
La poeta Silvina Giaganti escribió en Twitter: "Se murió Poldy Bird, es más canchero llorar por escritores que amamos de adultos pero los que nos iniciaron en las lecturas de infancia tal vez nos dieron algo fundamental para amar leer".
Luisa Delfino, voz clásica de aquellos años, mencionó el ingrato olvido de sus últimos tiempos y contó que la escritora daba talleres de escritura para vivir. Como muchos autores, artistas, actores, cantantes, agregaría.
Un amigo al que no correspondí me envió de Buenos Aires a Río Negro una encomienda con dos libros de regalo que todavía guardo: los autores eran Olga Orozco y Gastón Bachelard. El más grande amor me obsequió los poemas completos de Alejandra Pizarnik.
Les pido disculpas si no admiro más a quien cometió el mayor pecado: no ser feliz, pero para mí, a los 15, fue menos importante Borges que Poldy Bird.
La lloro mientras leo el perfil que sobre ella escribió Leila Guerriero para La Nación Revista.
"¿Hasta cuándo me va a probar?" le preguntaba a Dios.
La misma pregunta que a veces nos hacemos otros.
"Si no me sacaba las cosas de adentro escribiendo me hubiera muerto",explica su supervivencia.
¿Sabés una cosa Poldy Bird? Nunca estuviste sola, aunque te dejaron sola. Porque la dicha que te dieron te alcanzó para seguir usándola hasta ayer. Y de vos nos queda mucho más que nada.
Saludos a Verónica.
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