Dejarlo todo: el reconocimiento a una Selección de "guerreros"

"Después de 24 años estos guerreros hicieron historia", sentenció Sabella. Y así fue tras alcanzar una final luego de casi un cuarto de siglo. El repaso de un Mundial de emociones al límite. ¡Gracias, jugadores!

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"Los jugadores dejaron hasta la última gota de sudor, se jugaron el todo por el todo por su compañero, por el grupo y por la Selección". No hay reproches para este equipo. Ni de parte de Alejandro Sabella, autor de la frase que encabeza estas líneas, ni de parte de nosotros, los hinchas.


Hoy toca ver cómo otro se corona, cómo otro, nada menos que Alemania -ese fabuloso equipo-, festeja. Pero hace 24 años que ni siquiera teníamos esa posibilidad, la de ver cómo otro grita campeón in situ. Hace 24 años que no estábamos ahí, que no llegábamos hasta ahí. Pasaron desde Italia 90 un regreso en octavos de final, tres en cuartos y una dolorosa primera ronda. Pero hoy estuvimos ahí, en el séptimo partido, a punto de ser campeones.


Pasaron 41 días desde aquel 2 de junio cuando Alejandro Sabella confirmó la lista definitiva de los 23 con la sorpresa de Ever Banega afuera y Enzo Pérez adentro. Ese día empezó para los argentinos el Mundial. Se hablaba en los bares, en las oficinas, en las comidas familiares que si Sergio Romero o Marcos Rojo estarían a la altura, que quiénes eran Federico Fernández y José María Basanta, que si Messi finalmente podría ser como Maradona y... en fin, el Mundial.


Y llegó la Copa del Mundo. Comenzó el 12 de junio con un sufrido triunfo de Brasil ante Croacia y aquella ayuda del ya famoso árbitro japonés Yuichi Nishimura. Nosotros, los argentinos, esperábamos sin embargo el debut de la Selección que llegó tres días después, el 15 de junio, ante Bosnia. Un cauteloso esquema de Sabella con 5 defensores en la presentación nos dejó sorprendidos. No dio resultados y Sabella lo advirtió a tiempo: en el entretiempo sacó a Maxi Rodríguez y a Campagnaro y mandó al campo a Fernando Gago y a Gonzalo Higuaín. Y hubo fútbol. Sociedad entre los de arriba, descarga de "Pipita" para Messi y ¡zas! el primer golazo de "La Pulga", que parecía encumbrarse, otra vez, a lo más alto. Fue un sufrido 2-1 a Bosnia. Fue triunfo, qué va.


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La primera fecha dejó resultados inesperados, la goleada de Holanda a España, la caída de Uruguay ante Costa Rica, el 4-0 de Alemania a la Portugal de Cristiano... decían por entonces que Argentina no había jugado bien y era cierto, pero había ganado y daba el primer paso.


El segundo fue con Irán, al que en la previa le ganábamos 5 a 0. Un trámite, pero no. Si contra Bosnia sufrimos, contra Irán padecimos. Pero teníamos a Romero, que respondía cada vez que lo llamaban. El partido se encaminaba a un 0 a 0 que complicaba el panorama, pero además de "Chiquito" también teníamos a "La Pulga", que a los 90 rompió las gargantas de todos con ese golazo de afuera del área para sentenciar el 1-0. Delirio, fiesta, empezábamos a creer.


Reuters
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La segunda fecha dejaba además un sorpresivo empate de Alemania con Ghana, una aplastante goleada de Francia a Suiza, el empate que México le arrancó a Brasil, la inolvidable victoria de Chile a España que marcaba el primer gran golpe de la Copa porque así el campeón quedaba eliminado de manera prematura en primera ronda y la nota de tapa que marcaron los triunfos de Uruguay y Costa Rica ante Inglaterra e Italia, respectivamente.


Los "Ticos", que con ese histórico triunfo llegaban a octavos de final de la Copa del Mundo por primera vez en su historia, eliminaban además a Inglaterra también en primera ronda. Ya era el Mundial de las sorpresas.


Argentina llegó al tercer partido de la fase de grupos ya clasificado a octavos de final. Algo más relajado jugó ante Nigeria, y salió un destacado 3-2 con un doblete de Messi -el segundo un fantástico gol de tiro libre- y otro tanto de Marcos Rojo que le permitió al equipo terminar primero en su zona y evitar a las potencias en las llaves subsiguientes. La mala de aquella tarde en Porto Alegre fue el desgarro de Sergio Agüero, quien volvería a jugar antes de los mínimos 21 días de recuperación necesarios porque el equipo, porque Sabella, porque sus compañeros lo necesitaban.


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El Mundial nos mostraba la caída a pedazos de las potencias y el avance de América Latina sobre Europa, con Costa Rica, Colombia, Uruguay, México y Chile jugando octavos, donde ya no había lugar para España, Inglaterra, Italia y Portugal.


Los estadios de Brasil se teñían de celeste y blanco con cada presentación de Argentina en primera ronda. Iban de a 30 mil, de a 50 mil y doblarían la apuesta con el ya mítico canto desafiante a los locales. El Brasil, decime qué se siente ya era un clásico en las canchas. Lo cantaban los hinchas, también lo harían los jugadores.


Llegaron los octavos. Argentina tuvo una de las llaves más accesibles en la previa, ante la Suiza de Ottmar Hitzfeld. Fue nuestro primer tiempo extra. Debimos jugar el suplementario y el destino quería que también debiésemos patear penales. Hubo dos que no quisieron: Messi y Di María. "La Pulga" tomó la pelota en el medio y fue, fue y fue, abrió a la izquierda para "Fideo" y gol. Golazo, goooooool, goooooooool. Minuto 117 del suplementario. Goooooooool. 1-0 y a cuartos. Gooooooooool.


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El equipo seguía sin ser aquel que soñábamos. No hubo jogo bonito de argentino, no hubo magia, pero había corazón, había sudor, había entrega y avanzábamos. Los octavos dejaron en el camino a algunos de nuestros hermanos de Chile y Uruguay, y equipos que estuvieron a minutos de la gloria, como México y Estados Unidos.


En el medio había quedado ya el escándalo de Luis Suárez. El uruguayo había dejado sus dientes marcados en el hombro de Giorgio Chiellini y la FIFA ya redactaba la expulsión del uruguayo del Mundial por el histórico mordiscón.


En cuartos, la Selección enfrentó a Bélgica y aquel fue el partido de la historia. Argentina ganó 1-0 el que fue tal vez el partido más accesible de todos. Apareció Higuaín en el momento indicado y gol. A semifinales tras 24 años de espera. Larga, larguísima espera. La tarde de Brasilia dejaba el festejo por el triunfo tanto como la tristeza por otro desgarro, esta vez el de Di María, el que más nos dolió.


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Fue en semifinales que jugamos con el primer gran rival: Holanda. La "Naranja" venía de jugar grandes partidos, de mostrar un Arjen Robben tan pícaro como fabuloso, hasta el momento el mejor jugador del Mundial o, cuanto menos, el más determinante. Fue 0 a 0 en los 90. Fue 0 a 0 en el suplementario. Y entonces los penales. Sergio Romero atajó el penal que todo arquero debe atajar para condicionar: el primero. ¡Grande, Chiquito! Messi y Garay dejaron a la Argentina 2-1. Y apareció Romero de nuevo para contener el penal de Sneijder. ¡Gigante, Chiquito! Agüero hizo el tercero para la Selección y a Maxi le tocó el mete gol gana. Y lo metió, y ganamos. ¡A la final! ¡Estábamos en la final! Fue 4 a 2 en los penales.


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En el medio quedaron todos, o casi todos. Brasil, Colombia, Francia, Holanda, la sorprendente Costa Rica.... Sólo quedaban dos.


Y llegó entonces el 13 de julio. Argentina vs Alemania en el Maracaná. Nosotros por la gloria esquiva hacía ya 28 años. Ellos para confirmar que eran el mejor equipo, la máquina que venía de aplastar 7-1 a Brasil en una de las semifinales.


Más de 100 mil argentinos viajaron a Río de Janeiro. Jugamos 90 minutos inolvidables. Los mejores de la Copa del Mundo, al menos de todos los que había jugado la Argentina. El árbitro Rizzoli decidió no cobrar el penalazo a Higuaín: una pena, tal vez otra era la historia. Llegamos al suplementario y parecía que iríamos a los penales, pero no. Esta vez el último instante nos jugó en contra. Apareció Mario Gotze. Volea y gol. 1-0. Había aparecido Alemania.